martes, 13 de agosto de 2013

CRÍTICA

PACIFIC RIM (Pacific Rim 2013, Guillermo del Toro)

Por Pablo Álvarez


Cuando se es niño, en el juego se desempeña inconscientemente una función muy parecida a la del director de cine. Se escogen los juguetes, a los cuales se manipula creando una coreografía de lucha, que en mi caso, repetía las veces necesarias hasta ejecutarla de forma perfecta, del mismo modo que se repite una toma tras otra hasta dar con la buena. Se sitúa a los personajes en un entorno que, con las dósis adecuadas de imaginación, se convierte en el escenario que se precisa para la escena, utilizando, por ejemplo, las estanterías como improvisados edificios. En resumen, se crea un entorno verosímil de fantasía, en el que uno se evade completamente de la realidad, utilizando los elementos físicos que se tienen a mano.

Viendo “Pacific Rim” uno no puede evitar imaginar a su director Guillermo del Toro, jugando del mismo modo a una edad temprana (y no tan temprana). Lo que ha logrado el realizador mejicano con esta película, es una prolongación de estos juegos en la edad adulta, sirviéndose de todas las herramientas a las que puede acceder como realizador cinematográfico. La materialización de sus desbordantes fantasías, plasmadas con completa honestidad, dando forma a uno de los mayores espectáculos audiovisuales jamás realizados. Y es que al contrario de lo que hacen otros muchos directores, del Toro jamás se muestra condescendiente con el material que trata. En esta historia, en la que mastodónticos mechas se enfrentan contra monstruos de igual tamaño, provenientes de una brecha interdimensional, no hay un sólo instante en el que se pretenda ridiculizar la propuesta recurriendo a la ironía. El director muestra una reverencia y una convicción tal por la historia que cuenta, que se contagian al espectador desde el primer minuto. La cinta además, supone todo un deleite para el aficionado capaz de captar las numerosas referencias que en ella aparecen, yendo desde las películas japonesas de monstruos gigantes como Godzilla o Gamera, hasta distintas producciones animadas como Mazinger Z, Gundam, Evangelion o Gurren Lagann. Del Toro capta la esencia de sus fuentes de inspiración, demostrando un amplio conocimiento de los mismas, consiguiendo la aproximación más acertada hasta el momento, de trasladar un anime japonés a imagen real.

Sin duda el mayor reclamo de esta producción, son los ya citados enfrentamientos entre los Jaeger pilotados por humanos y los terroríficos Kaijus. En este aspecto, no es sólo que el film no decepcione, es que rebasa completamente todas las expectativas creadas previamente a su visionado. El despliegue de medios mostrado en dichas escenas, la perfección visual, la planificación, la escala y el nivel de destrucción, no son equiparables a nada visto hasta el momento. Del Toro ha conseguido configurar con éxito, un desbordante espectáculo en progresión ascendente, en el que sigue a rajatabla la máxima del “más difícil todavía”, de tal modo que cuando pensamos que la película ya ha alcanzado su máximo nivel en cuanto a capacidad de sorprender, presenta un nuevo instante que supera al anterior. En cuanto a los humanos protagonistas, del Toro y el guionista Travis Beacham, consiguen dar forma a una galería de personajes perfectamente definidos, con unas motivaciones muy claras. Todos aportan algo a la historia y cumplen una función específica en el desarrollo de la trama. Desde el héroe interpretado por Charlie Hunnman, pasando por la inocente pero aguerrida Rinko Kikuchi o la divertida pareja formada por el biólogo y el científico a los que dan vida Charlie Day o Burn Gorman, respectivamente. Cada uno de ellos cuenta con los suficientes matices que, unidos a la excelente labor de caracterización y vestuario, consiguen que conserven su peculiaridad dentro del grupo. Resaltan por derecho propio dos de ellos sobre el resto. Por un lado encontramos a un sensacional Idris Elba en el papel de Stacker Pentecost, quien es capaz de infundir respeto y honor con su imponente presencia física, cuya fuerza y capacidad de liderazgo quedan patentes en cada instante en el que aparece. Por otro, la obligatoria aparición del actor fetiche del realizador, el siempre excelente Ron Perlman, quien en su papel de traficante de los bajos fondos, se convierte sin duda en uno de los más carismáticos de la función.

Sinceramente, creo que ponerse a analizar los posibles aspectos negativos que pudiera presentar el film, implicaría un determinado grado de cinismo, para distanciarse de una propuesta tan transparente como esta, la cual supone una sincera carta de amor dedicada al género fantástico, como pocas veces se ha visto. No es necesaria una regresión a la infancia para llegar a amar un film como “Pacific Rim”, pero si hace falta no renegar del niño que alguna vez fuimos (y algunos de nosotros todavía nos resistimos a dejar de ser). Guillermo del Toro ha conseguido la que supone su mejor película hasta la fecha y sin duda, la mejor en lo que va de año. Una obra que muestra las infinitas posibilidades del medio como creador de mundos imaginarios, que para todos aquellos que todavía nos permitimos soñar despiertos, supone una de la experiencias más memorables jamás vividas en una sala de cine.

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