Por Pablo Álvarez
Antes de entrar a valorar los distintos aspectos de una
producción como esta, que tanta expectación ha despertado, es necesaria la
siguiente aclaración: “Gravity” supone un antes y un después respecto a la
forma de hacer y ver el cine. La proeza técnica, visual y sensorial conseguida
por Alfonso Cuarón, es el equivalente actual al “Viaje a la luna” de Méliès o
el “2001” de Kubrick. Una experiencia inigualable, que lleva la tecnología
hasta el límite de lo que puede ofrecer hoy en día y potencia las
virtudes del formato estereoscópico, más allá de lo que ninguna producción ha
hecho hasta el momento.
El realizador ha recreado el espacio exterior con tal
perfección visual, que en ningún instante dudamos de la verosimilitud de lo que
vemos en pantalla. En ese sentido, la película es una celebración del medio
como método de evasión, capaz de trasladar al espectador a
escenarios a los que no sería capaz de acceder de otra manera y de hacerle
vivir situaciones que no podría experimentar de ningún modo en su día a día.
Teniendo en cuenta que en la actualidad, la mayor parte de los asistentes a la salas nunca
viajarán fuera del planeta, hay que agradecerle a Cuarón el hacer posible,
que por el precio de una entrada seamos capaces de vernos transportados mucho más allá de la estratosfera. La
contemplación de los bellísimos planos que consigue el director, en los que
admiramos la superficie terrestre como nunca antes se ha visto en el cine,
constituyen una experiencia de una gran intensidad emocional por sí misma. No
obstante, a pesar de que los principales alicientes de la propuesta son de tipo
visual, estos no funcionarían si no se vieran complementados por una buena
historia. El guion escrito a cuatro manos entre el realizador y su hijo,
plantea un relato de supervivencia y superación, en el que la voluntad del
espíritu humano se impone ante el escenario más adverso que pueda imaginarse. No
son pocos los que han observado, que la historia funciona como una especie de
alegoría sobre la difícil situación que gran parte de la población debe
afrontar en la actualidad. De cualquier modo, el hecho de que sea posible
establecer una analogía de este tipo, supone que la cinta funciona al establecer
distintos niveles de conexión con su público. Habrá quienes vean una historia
convencional envuelta en una presentación revolucionaria y los que como el que
esto escribe, conecten a un nivel más profundo con lo que se
nos cuenta. En el caso de pertenecer a este último grupo, es justo valorar el
mérito de la interpretación de Sandra Bullock. A priori muchos vimos con cierto
escepticismo la elección de una actriz, a la que le ha costado desprenderse de la
imagen ofrecida en los papeles cómicos que ha interpretado a lo largo de su
carrera. Una vez vista la película, no queda otra que reconocer la notable labor que realiza
Bullock, que desempeña la difícil función de sostener prácticamente todo el
peso de la trama sobre sus hombros, con solvencia y convicción. Su compañero de reparto, George
Clooney, interpreta a un personaje carismático y dicharachero hecho a su
medida. Su presencia en la trama resulta indispensable en la evolución del
personaje de Bullock y el actor ofrece una actuación tan eficiente como de
costumbre.
Como suele pasar siempre que se estrena una producción de
este tipo, habrá quienes ensalcen excesivamente sus muchas virtudes y quienes
aprovechen para exagerar sus defectos, desmitificando una película llamada a
convertirse en obra de culto, mucho antes de su estreno. En mi opinión nos
encontramos ante el trabajo de un visionario, que ha sabido dar forma a una
obra revolucionaria, en una época en la que parecía que ya estaba todo
inventado. Bien es cierto que su historia remarca en determinados instantes la
emoción que pretende transmitir de manera obvia, sirviéndose de recursos como
el uso de la banda sonora. Sin embargo esto son nimiedades al entrar a valorar
un trabajo de tal magnitud, que ofrece una experiencia como nunca antes se ha
vivido en una sala de cine. Sólo por eso, Cuarón se merece todos los elogios
del mundo. “Gravity” es capaz de infundir la capacidad de fascinación en el
espectador, a un nivel como sólo ha surgido de forma puntual a lo largo de la
historia. Como sólo unos pocos maestros privilegiados han sabido hacer.
4 pepaçaos y medio