viernes, 25 de enero de 2013

 CRÍTICA: THE MASTER (2012, Paul Thomas Anderson)

 

 

Paul Thomas Anderson es, a día de hoy, uno de los pocos realizadores provenientes de Hollywood, capaz de aunar en su obra un clasicismo que remite a autores que van desde David Lean hasta Scorsese, a la vez que transgrede a su antojo los códigos establecidos. Esto propicia una total incapacidad a la hora de enmarcar sus películas en un género concreto.

En su último trabajo, "The Master", el director vuelve a mostrar estas características, con un estilo en la dirección que evoca al cine de los años cincuenta, a la vez que impregna al metraje de un contínuo halo de extravagancia. Teniendo esto en cuenta, si tuviera que definir la película de algún modo, diría que se trata de una de las historias de "amor" más extrañas que he visto en pantalla. A mi entender, la historia nos cuenta el encuentro entre dos polos opuestos que se atráen inevitablemente. Por un lado tenemos al personaje de Freddie Quell (Joaquin Phoenix), un veterano de las fuerzas navales norteamericanas durante la Segunda Guerra mundial, que tras volver a casa se encuentra totalmente desubicado frente a una sociedad que recibe a sus soldados no como hérores, si no como marginados incomprendidos. Quell presenta un comportamiento imprevisible y caótico, en el que sólo se preocupa de satisfacer sus contínuos impulsos sexuales y de ingerir un extraño brebaje alcohólico de receta propia. Por otro lado encontramos a Lancaster Dodd (Philip Seymour Hoffman), el, en apariencia, hierático líder de una secta que pontifica una serie de preceptos, cuyos numerosos fieles cumplen incondicionalmente. Ambos son personajes muy distintos, pero comparten la condición de prisioneos de su propia existencia. Quell no puede escapar de sus irrefrenables vicios y Dodd vive bajo la constante vigilancia de la secta que él mismo ha creado. Uno no duda en dar rienda suelta a sus instintos primarios y el otro cree en el orden y la culminación del espíritu humano a través de numerosas reencarnaciones. A Quell le atráe que Dodd le acepte como miembro de su secta de forma incondicional; mientras que a Dodd le fascina la anarquía de Quell y el reto que representa amaestrar a alguien tan impulsivo. Un espíritu dionisíaco y otro apolíneo, que terminan por establecer, paradójicamente, una dependencia recíproca. 


Aunque en un principio la película suscitó cierta polémica, al anunciarse erróneamente como un biopic sobre el fundador de la iglesia de la cienciología L.Ronald Hubbard( y algún enfurruñamiento que otro por parte de Travolta & cía ), Anderson opta por la ambigüedad al abordar este aspecto. El director está más interesado en explorar cómo afecta en general el ambiente de las sectas a las personas, más allá de especificar las peculiaridades de un dogma determinado y pese al relativo parecido físico entre Hoffman y Hubbard, no existe un claro paralelismo entre ambos. Lo importante no es que se trate de una secta u otra. Lo importante es reflejar fielmente un momento de la historia de Estados Unidos, en el que profileraban las organizaciones de este tipo, con la intención de captar a los desamparados que se aferraban a cualquiera que los recibiera con los brazos abiertos.


Pasando a hablar del trabajo actoral, viendo la interpretación de Phoenix, sólo cabe un planetamiento: O está como una puta cabra o se trata del mejor actor del mundo. Su transformación física, su forma de caminar encorvado, sus pausas y gestos al hablar...etc. Phoenix no interpreta a Quell, Phoenix es Quell. La labor del actor es más que formidable frente a un papel ante el que resultaba muy fácil caer en el histrionismo. Philip Seymour Hoffman también ofrece una nueva muestra de porqué es un titán de la actuación. Con Dodd logra componer a un personaje cuya presencia infunde respeto, que desprende un inconfundible carisma, mostrándose convincente en su papel de líder, a la vez que deja entrever una cierta vulnerabilidad y dudas en instantes concretos. En cuanto a Amy Adams, consigue que cada una de sus breves apariciones sean esenciales, logrando que su personaje acabe resultando una figura dominante e inquisitiva capaz de imponerse a los demás.

"The Master" es una película de Paul Thomas Anderson al 100%. Hay ocasiones en las que su ritmo podrá antojársenos algo lento e incluso podremos sentirnos desconcertados por la disposición de determinadas escenas y aún así, no perderemos el poder de fascinación que desprenden sus imágenes en ningún momento. Según el autor José Francisco Montero, quien dedicó un monográfico al director, Anderson “forma épica a partir de contenidos intimistas”. No podría estar más de acuerdo con esta reflexión, a la que se adhiere su último trabajo, el cual supone una nueva muestra del caótico mundo que nos rodéa y la relación que establecen entre sí los extraños seres que en él habitan. Anderson disecciona los aspectos más ocultos de una falsa sociedad idílica, en lo que constituye el último trabajo de uno de los más grandes autores del cine actual. Y sólo por eso, ya está más que justificado su visionado

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