viernes, 12 de abril de 2013

CRÍTICA: "EL HOBBIT: UN VIAJE INESPERADO" (2012, Peter Jackson)

Por Pablo Álvarez


Con motivo del lanzamiento en el mercado doméstico de "El Hobbit: Un viaje inesperado", recupero la crítica que escribí en su día para compartirla con vosotros:

En una época en la que la gente pierde cada vez con más frecuencia la capacidad de soñar,  Peter Jackson nos ofrece una película que nos devuelve la ocasión de dar rienda suelta a nuestra imaginación, evadiéndonos de la realidad y transportándonos a mundos irreales. Nuestra razón nos induce la pensar que esos mundos no existen, pero paradójicamente, la perfección visual, el alma de los personajes, el cuidado en cada detalle por nimio que sea, en definitiva, la tangibilidad de dichos mundos, no nos hacer dudar ni por un segundo de que todo lo que vemos, es tan real como el aire que respiramos. Lo que Jackson ha logrado con “El Hobbit” es crear la experiencia cinematográfica inmersiva  definitiva. La sensación que se tiene al ver la película, es la misma que se experimenta cuando vuelves a viajar al cabo de mucho tiempo a un sitio del que guardas un grato recuerdo. Tu memoria evoca cada momento que viviste en la anterior ocasión, emocionándote al reencontrarte con los lugares y los personajes que protagonizaron dicho viaje y asombrándote con los nuevos descubrimientos que te ofrece el retorno. Y es que, si algo se ha logrado con éxito en esta película, es dotar de un aire de familiaridad a todo el conjunto, marcando diferencias que distancian esta nueva aventura de la anterior. 

En esta ocasión el tono es, en general, menos solemne  y existe un mayor sentido de la aventura y la diversión. Sigue habiendo instantes de verdadera épica y la escala es en ocasiones tan grande como la vista en la trilogía del anillo, pero a pesar de esto, la película conserva su peculiaridad. Los personajes de los enanos suponen la mayor novedad en esta ocasión y a pesar de ser un grupo de trece, se logra con matices que cada uno de ellos tenga su propia identidad. Pero sin duda, son tres los personajes que constituyen los pilares sobre los que recae el peso de la trama.  Martin Freeman resulta una elección perfecta para Bilbo Bolsón, debido a su apariencia física y a la acertada construcción que realiza del personaje, mostrando una evolución progresiva de su carácter a lo largo de la aventura. Ian Mckellen  vuelve a interpretar a Gandalf de forma tan magistral como en la anterior ocasión, pero dotando al personaje de un carácter más alegre y menos huraño. En cuanto a Richard Armitage como Thorin, sin duda supone el verdadero descubrimiento de la película. El actor logra transmitir nobleza y respeto con una sóla mirada y se convierte en la presencia principal en cada plano en el que aparece.

En general, el regreso del director neozelandés a la Tierra Media no podía ser más triunfal y hace imposible pensar en nadie mejor para convertir la prosa de Tolkien en imágenes en movimiento. No obstante,  Jackson vuelve a tomarse determinadas licencias  al realizar la adaptación, añadiendo escenas  que  en el libro se mencionaban de pasada o no aparecían en absoluto. De este modo muchos personajes y situaciones nuevas, forman parte integrante de la trama, enriqueciendo la historia sin suponer una distracción en el devenir de  los acontecimientos. Y eso es un alivio, ya que  precisamente el mayor temor que albergarba antes de ver la película, es que el ritmo de la aventura se resintiera ralentizándose en exceso con los añadidos. Nada más lejos de la realidad. La película atrapa desde la primera imagen y pese a alguna bajada de ritmo puntual (la llegada a Rivendel), el interés nunca decae y las casi tres horas de metraje se pasan en un suspiro, hasta el punto de que al terminar nos quedaremos con ganas de más.

En cuanto al polémico formato elegido por Jackson, encontramos una de cal y otra de arena: La nitidez y la profundidad que se obtiene con el 3D a 48fps no tienen parangón, pero la sensación de movimiento acelerado se percibe bastante y uno tarda en adaptarse a esa velocidad. Resumiendo, el efecto es similar al de la rapidez del trumotion que ofrecen las televisiones de alta definición, pero como digo la calidad de la imagen es inigualable.

“The Hobbit” ha supuesto una de las mejores cintas del año pasado, tan lleno de decepciones. Un corte de mangas de Jackson a todos lo que veían (inexplicablemente) con escepticismo, que pudiera igualar el nivel de calidad obtenido en la anterior trilogía. Mucho se ha hablado y no precisamente para bien, de esta película, sosteniendo los argumentos principalmente en las críticas al formato. Se ha dicho que es aburrida, que se nota el cartón piedra y que resulta decepcionante. Parte de la  crítica cinematográfica y páginas como rotten tomatoes o metacritic, que condicionan en ocasiones el criterio de la gente, son el cáncer actual para el cine. A esa pandilla de infelices, que en su mayoría sólo encuentran placer en escupir veneno frente a un trabajo bien hecho, les queda esperar a la próxima entrega para verter de nuevo su mala baba. A los espectadores, auténticos destinatarios de esta obra, nos queda agradecerle a Jackson este nuevo tesoro y esperar con impaciencia a la próxima entrega. Nos espera una nueva maravilla.


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