Por Pablo Álvarez
Antes de entrar a comentar mi valoración sobre la película,
he de decir que nunca me interesaron especialmente las aventuras de la nave USS
Enterprise, por lo que mi opinión sobre la misma, no está condicionada por los
conocimientos previos que tuviera sobre la saga. Dicho esto, admito que el
reboot dirigido por J.J.Abrams en el año 2009, me pareció una excelente cinta
de aventuras y ciencia ficción.
Ahora se estrena entre nosotros la esperada secuela de dicho relanzamiento, que afortunadamente, no sólo repite todas las virtudes de la anterior entrega, si no que las potencia. Esto se debe principalmente a la magnífica labor de Abrams tras las cámaras. La historia que plantea resulta interesante en todo momento, con inesperados giros en su trama y situaciones variadas, con las que consigue un ritmo fluido, en el que la capacidad de sorpresa nunca decae. Desde su prólogo, muy deudor de la saga “Indiana Jones”, hasta su épico final, la narración avanza sin ningún bajón importante durante el metraje. El director maneja con pulso firme el tempo narrativo, consiguiendo un perfecto equilibrio entre el espectáculo, la comedia y la emotividad, a la que contribuye también una más que eficiente dirección de actores. Si en la anterior entrega ya pudimos comprobar los resultados de la acertada elección de casting, en esta ocasión las relaciones entre los personajes fluyen con una naturalidad tal, que demuestra que cada uno de los actores se ha adueñado completamente de sus respectivos papeles. El guión escrito a seis manos entre Álex Kurtzman, Roberto Orci y Damon Lindelof, ofrece a cada uno de ellos la posibilidad de mostrarse carismáticos, resultando relevantes en el devenir de los acontecimientos y evitando la función de meros comparsas. La química existente entre los distintos tripulantes de la nave, destacando evidentemente la complicidad/rivalidad entre Kirk y Spock , magníficamente interpretados por Chris Pine y Zachary Quinto, es otro de los puntos fundamentales que hacen que la película funcione. No obstante, es necesario resaltar la presencia del que sin duda se presentaba como uno de los mayores reclamos de esta segunda entrega. Me refiero a Benedict Cumberbatch, interpretando el papel del antagonista de la función. El excelente intérprete británico, demuestra una vez más por qué es uno de los actores más solicitados en la actualidad, consiguiendo el villano más memorable en lo que va de año, junto al Zod de Michael Shannon en “El hombre de acero”.
En el aspecto técnico, Abrams sigue mostrando sus señas identificativas como realizador, con lens flares omnipresentes y el uso de planos aberrantes en instantes concretos, que logran dotar al conjunto de un inconfundible aspecto visual. Las secuencias de acción están magníficamente realizadas, destacando especialmente los vuelos de las naves cuando alcanzan la velocidad de la luz, resultando todo un deleite para los amantes de los efectos visuales. Como acompañamiento musical de tales imágenes, nadie mejor que el compositor Michael Giacchino, habitual colaborador del realizador, que rescata el leivmotiv sonoro de la anterior película, consiguiendo nuevamente una partitura de gran contundencia.
En definitiva, nos hallamos sin duda ante una película que bien podría representar el paradigma de lo que ha de suponer un blockbuster veraniego. Un producto entretenidísimo, divertido y espectacular, que sirve para que alberguemos grandes esperanzas ante el gran reto que ha de afrontar su realizador tras este trabajo, que no es otro que el de revivir la otra gran franquicia galáctica por antonomasia. Viendo el excelente resultado que ha conseguido en esta ocasión, no nos queda otra cosa que desearle "larga vida y prosperidad" y "que la fuerza le acompañe".
4 pepaçaos
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