Por Pablo Álvarez
Nueve largos años. Ese es el tiempo que ha transcurrido desde la última vez que nos encontramos en pantalla, con uno de los personajes más carismáticos que ha dado el género fantástico en los últimos tiempos: Richard B.Riddick. Anteriormente habíamos disfrutado de sus aventuras en dos largometrajes previos a este que nos ocupa. El primero de ellos “Pitch black”, surgió como un proyecto que abrazaba de forma autoconsciente su condición desprejuiciada de ciencia ficción de serie B, que suponía una excelente monster movie con reminiscencias a Aliens. El segundo, se planteaba como un largometraje mucho más ambicioso, que servía para expandir y asentar el universo cinematográfico y la mitología del personaje, con un gran despliegue de medios y un diseño de producción que evocaba al “Dune” de Lynch.
Ahora, tras la larga espera, éramos muchos los que deseábamos volver a disfrutar de una nueva entrega protagonizada por el antihéroe galáctico, con esta tercera parte que prometía recuperar un tono más cercano al de su primera aventura. No obstante, el resultado final no ha resultado todo lo satisfactorio que se esperaba. La película comienza con un prometedor primer acto, que supone un relato de supervivencia prácticamente ausente de diálogos, en el que Riddick ha de poner a prueba todas sus habilidades, frente a los innumerables peligros que le acechan. Es una primera parte que resulta sorprende, tanto por su planteamiento como por su ejecución y que recuerda a los viejos westerns en los que se situaba al protagonista en un paisaje desértico hostil, en el que cualquier error suponía una muerte segura. Tras este comienzo que nos hacía augurar lo mejor, el interés decae considerablemente con la aparición de los mercenarios. A partir de este punto, el ritmo y el desarrollo de la trama se estancan tanto como los personajes, que permanecen en una misma localización la mayor parte del tiempo sin mucho que hacer o decir, dando paso al tedio. La ausencia de Riddick durante todo este tramo, es algo que se acusa bastante y actúa en detrimento del resultado final. Podría haberse subsanado en cierto modo, si al menos el tiempo en el que no apareciese en pantalla, hubiera estado ocupado por personajes que hubieran resultado mínimamente interesantes, pero no ha sido el caso. Ni el habitual histrionismo de Jordi Mollá, ni la presencia de la aguerrida Katie Shackoff, son suficientes como para disimular el hecho de que nos encontramos ante los estereotipos más manidos a los que puede recurrir el género. Con la llegada del acto final, la película recupera en cierta medida el ritmo, convirtiéndose en una especie de reinvención del concepto visto en “Picth Black”. No obstante, llegados a este punto y a pesar de que el clímax contiene escenas realmente efectivas, como el inevitable enfrentamiento entre Riddick y el personaje al que interpreta Dave Bautista, la sensación de aburrimiento con la que uno llega a este punto, es difícil de disipar. Y es que el principal problema del film, a parte de la mencionada parte central que pesa sobre él como una losa, son lo diferenciados que están entre sí los tres actos que lo componen. Esto entraña la dificultad de lograr una armonía entre ellos, que obviamente no se ha sabido conseguir.
“Riddick” supone para el que esto suscribe la decepción del año. Las anteriores encarnaciones del personaje en distintos medios como el cine, la animación o los videojuegos, demostraban que todavía tenía mucho potencial como para protagonizar historias de lo más variadas e interesantes. Lamentablemente, me apena decir que este no ha sido el caso y que las expectativas que se habían depositado en esta nueva entrega, no se han visto cumplidas, dando lugar a uno de los films más aburridos que he visto este año. Espero no obstante, que si tanto su realizador David Twohy como su estrella Vin Diesel, nos tienen reservadas más entregas en el futuro, estén mucho más inspirados la próxima ocasión.
2 pepaçaos
No hay comentarios:
Publicar un comentario